Hola:
Deseo de todo corazón que este fin de semana hayas tenido un hermoso día, y si no fue bueno como lo hubieras deseado, recuerda que siempre hay un mañana para soñar. Recuerda, si tienes limones haz limonada. Quiero contarte una experiencia extraordinaria. Cuando era niño, una de las ocasiones que espera con enorme ansiedad, era las vacaciones de fin de año. Ese tiempo, me iba con mi abuela paterna a una pequeña casa de campo. Allá ella tenía una estanque grande que serví a para regar las plantas del huerto. Como había aprendido a nadar a temprana edad, solía pasarme horas y horas dentro del estanque. Aquella vacación algo falló. Cuando llegué, encontré el estanque vacio. Encontré a la abuela limpiando el estanque, a pesar de que se la veía muy a dolorida. Cuando al fin abrió el grifo, mi alegría fue enorme. Pensé que inmediatamente ya podría disfrutar del agua. Lo que mi mente de niño no había pensado, es que tardaría por lo menos dos días en llenarse. ¡¡Dos días!! ¿Se imaginan lo que es esto para un niño desesperado? Una eternidad. Estuve sentado, no poco tiempo, observando cómo caía el agua con su eterno sonido. Pasó la “eternidad” y al fin de agua rebosó el estanque. Como nunca, disfrute del baño. La espera valió la pena. Esto fue el año 1969. Me quedó como una fotografía esa imagen de mi mismo, pensando meditabundo, como un pequeño pensador de Rodin. Esa imagen nunca se me quitó de la mente. En mis años ya mayores, cuando pasé por todas las crisis existenciales conocidas, quiebras económicas, infidelidad, divorcios, bebida, depresión, falta de fe, desesperación, etc. Jamás habría pensado en que esta imagen volvería a mi insistentemente, como si fuera una visión. No encontraba el nexo de esta figura con mi pertinaz sufrimiento. Un día se reveló el secreto. Me puse a meditar en todo lo que me estaba pasando y dije “se está llenando tu estanque” Aunque no entendí este primario pensamiento, mi fe en Dios era muy débil, casi inexistente. He visto que las personas que más se acercan a Dios son aquellas que han pasado por una terrible experiencia. Es en el dolor cuando empezamos a mejor nuestra relación con Dios. A partir de esa conclusión, dije que todos los problemas que tenía en ese momento, eran como el agua que llenaba el estanque. A medida que fui superando las dificultades, mi fe se fortaleció y mi estanque se llenó de agua viva de fe. Ahora, en estas experiencias que cuento y que están llenas de fe, se bañan muchas personas que encuentran respuestas a sus interrogantes. ¿Por qué sufres? Tu estanque se está llenando, confía en Dios. Que tengas un día lleno de bendiciones, que Dios te cuide.
Un abrazo
Herland
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